ENTREVISTA a Ricard Pérez Casado: “El Mediterráneo es también un paisaje a la escala humana o una sucesión de paisajes que permitió aquello de que “el ser humano es la medida de todas las cosas”, definición que ha inspirado las etapas más fecundas de la humanidad”

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ENTREVISTA: Ricard Pérez Casado, ex alcalde de València, miembro del Consejo Consultivo de la FACM, publica “Desigualdades mediterráneas, reto del Siglo XXI, coeditada por Ediciones Catarata y la Fundación ACM

“El Mediterráneo es también un paisaje a la escala humana o una sucesión de paisajes que permitió aquello de que “el ser humano es la medida de todas las cosas”, definición que ha inspirado las etapas más fecundas de la humanidad”

Son muchas vidas las que parece haber vivido Ricard Pérez Casado (València, 1945). En Valencia, siempre será recordado como el alcalde que presidió el primer ayuntamiento democrático de la capital del Turia tras la larga noche de la dictadura, cambiando para bien la fisonomía de la ciudad. La prensa lo define como un político de firmes convicciones y manifiestas dotes para el compromiso social. Quizá esa cualidad y su profundo conocimiento de Europa y de su maquinaria institucional lo llevó también a ponerse al frente de la Administración para la Unión Europea en Mostar en el año 1996, en un momento de alta volatilidad tras la recién firmada paz de Dayton para Bosnia y Herzegovina. Una experiencia intensa que le llevará a escribir en el año 1998 el libro Conflicte, tolerància i mediació. Doctor en historia y gran conocedor de la realidad social de la región mediterránea, presidirá en año 2004 la Comisión Delegada del Instituto Europeo del Mediterráneo.

Tras 17 publicaciones, las últimas La Unión Europea. Historia de un éxito tras las catástrofes del siglo XX (2017), Ser valencians (2016) y Viaje de ida. Memorias políticas 1977-2007 (2013), Pérez Casado se pone de nuevo al frente de un profundo análisis sobre el Mediterráneo actual y sus desigualdades y contradicciones. Las desigualdades mediterráneas, reto del Siglo XXI (2020) es una obra coeditada por Ediciones Catarata y la Fundación Asamblea de Ciudadanos y Ciudadanas del Mediterráneo (FACM) de la que Pérez Casado es miembro desde sus inicios y que considera como un instrumento capaz de movilizar a cientos de personas de más de veinte países mediterráneos en torno a los principios compartidos de democracia, paz y sostenibilidad en la región. Como señala: “Diez años de tenacidad y un amplio abanico de ciudadanos y ciudadanos de todos los países mediterráneos, constituyen otros tantos estímulos que recoge el libro”.

 

– ¿Cuál es su relación con la FACM?

Me incorporé a la iniciativa de mi amigo Vicent Garcés hace diez años, cuando comenzaba la andadura de la Asamblea de Ciudadanos y ciudadanas del Mediterráneo. Posteriormente me eligieron miembro del Consejo Consultivo de la ACM/FACM, situación en la que me encuentro en la actualidad. Por supuesto he participado en los Encuentros y actividades en estos años, y confío poder hacerlo en los venideros.

 

– ¿Que le motivó a escribir este libro?

Soy un ciudadano europeo y mediterráneo, tanto por convicciones como por nacimiento y vecindad. Los problemas mediterráneos forman parte de mi currículo, me siento comprometido con su análisis y en la formulación de propuestas para superarlos.

Un conocimiento directo de estos problemas, y las angustias por la demora en solucionarlos me empujaron a poner negro sobre blanco mis reflexiones. Decidí primero acopiar los datos, recoger las opiniones contrastadas, y me atreví a formular algunas alternativas.

El producto es este libro. La desigualdad como una de las causas de la permanencia de los conflictos, de la exacerbación de muchos de ellos. El ejemplo de las migraciones: las reacciones entre emisores y receptores, y la utilización de las mismas a efectos sociales, económicos y políticos están en la base del texto.

Mi compromiso con los objetivos de la FACM hizo el resto. Diez años de tenacidad y un amplio abanico de ciudadanos y ciudadanos de todos los países mediterráneos, constituyen otros tantos estímulos que recoge el libro.

La perspectiva europea, desde la Unión Europea, la abordé en La Unión Europea: historia de un éxito tras las catástrofes del siglo XX (PUV, València, 2017) en que ya avanzaba la fragilidad europea y el “descuido” de las Instituciones comunitarias respecto del Mediterráneo y el crecimiento de las desigualdades.

 

-¿Que es para Vd. el Mediterráneo?

El Mediterráneo es un espacio minúsculo a escala planetaria. Como mar no alcanza el 1.5 % de la superficie marítima, en población apenas un 5.5 %. Sin embargo, sus pueblos utilizan seis alfabetos, hablan y escriben más de 80 lenguas. Es el origen de tres religiones monoteístas, a la vez que la fuente de la filosofía y de las instituciones políticas más duraderas o en todo caso más influyentes en el pensamiento político, social, económico.

Un espacio frágil en términos de ecosistema, en el que el ingenio y tenacidad de sus gentes a lo largo de la historia ha conseguido alcanzar metas de supervivencia y de cultura que forman parte del espacio universal, del regadío a los cultivos, de la literatura al pensamiento.

El mediterráneo es también un paisaje a la escala humana. O una sucesión de paisajes que permitió aquello de que “el ser humano es la medida de todas las cosas”, definición que ha inspirado las etapas más fecundas de la humanidad.

 

– Vd. fue Alcalde de Valencia en los años 80 del siglo XX ¿qué relaciones estableció desde el Ayuntamiento con la región mediterránea?

De la mano de amigos como Lucien Castela, hispanista francés, o de Otello Lottini, italiano, concebimos una primera iniciativa mediterránea por así decir. Una Mostra de cine de los países mediterráneos y de las lenguas romances. Vicent Garcés, teniente de Alcalde, lo entendió de inmediato. El proyecto se llevó a cabo, y surgieron dos iniciativas más, la música, con las Trobades y los escritores con los Encontres. Las tres acogiendo a todas las expresiones en sus respectivos ámbitos, de los realizadores, músicos y escritores de todas las riberas mediterráneas.

Durante unos años València ejerció de lo que era y es: una capital europea del Mediterráneo. La cancelación de estos proyectos consolidados forma parte del Debe de quienes cercenaron su continuidad. Otras ciudades con iniciativas más tardías aprovecharon la ocasión. Tal Barcelona como sede de la Unión por el Mediterráneo, o Alicante que pro decisión del gobierno alberga la Casa del Mediterráneo.

 

– ¿Cómo son las desigualdades económicas y sociales en la zona?

La primera es la desigualdad demográfica. La ribera norte, europea, envejecida; la ribera sur, joven. La segunda en ambos casos la desigualdad en la distribución de la renta. El crecimiento económico ha permitido una imagen de prosperidad. No compartida. La concentración de la riqueza en pocas manos condena a la exclusión a la mayoría de la población. La ideología neoliberal, triunfante como pensamiento único desde los años ochenta del pasado siglo, acelerada con la desaparición de la URSS, ha conseguido remplazar los vínculos de solidaridad tradicionales y ha permitido justificar la irresponsabilidad social de los ricos como señalan Romero y Ariño en nuestro entorno inmediato.

Los movimientos migratorios agudizan las desigualdades. Primero de lo rural a lo urbano en el seno de cada uno de nuestros países, con los efectos consiguientes sobre la despoblación y el deterioro del medio ambiente.  En el ámbito urbano el crecimiento de las ciudades y la aparición creciente de bolsas de marginación urbana. En todas partes, además, la extensión de la economía informal, la precariedad del empleo, como formas de supervivencia.

La intensificación de la explotación de los bienes públicos, como el agua o el mismo territorio, condena a amplias zonas de nuestros países. La apropiación privada del agua, siguiendo los “consejos” del llamado Consenso de Washington, se une a los efectos del cambio climático, especialmente relevantes en el caso mediterráneo debido a su dimensión, destruye sistemas tradicionales y escapa al control ciudadano.

La urbanización para aprovechamientos turísticos o la agricultura intensiva de exportación se unen a la contaminación creciente por el uso de los combustibles fósiles o los elementos poco o nada reciclables como es el caso de los plásticos. El pequeño mar, es ahora un depósito de materiales indestructibles pero que destruyen el ecosistema.

 

 

– ¿Qué cambios habría que introducir para mejorar la situación? / ¿Como ve el futuro de los pueblos del mediterráneo?

Los cambios comienzan por arrinconar al desván de la memoria lo que llamo el “catecismo neoliberal”, el dominio de la ideología de la desigualdad predicada por algunos economistas desde la escuela de Chicago y aun antes. A la vez que prescindir de los “conversos” incluidos algunos socialdemócratas a tal ideología. Ahora con la crisis sanitaria, la pandemia, andan algo circunspectos, e incluso se desdicen de algunos de sus postulados como el de “menos estado”, “el mercado lo resuelve todo”.

En segundo lugar, reforzar las instituciones supraestatales, UE, Unión Africana, de modo que la cooperación se inscriba entre sus prioridades. A la vez que se fortalecen las instituciones más cercanas, locales, regionales, y se incrementan las relaciones entre las mismas.

En fin, la devolución a la ciudadanía de sus derechos. Entre estos la libertad de movimiento, imprescindible para atender a las necesidades de una y otra ribera del Mediterráneo. Claro está que el asentamiento de derechos ignorados o incluso perseguidos constituye una prioridad: una sociedad en femenino, objetivo inexcusable de cualquier objetivo de igualdad.

De la misma manera hay que contener y alejar de nuestro entorno lo que he dado en llamar “extraños en la habitación”, esto es la presencia militar, económica y política, de las potencias ajenas a nuestro espacio. Estos “extraños” interfieren en nuestro quehacer cotidiano y avivan los conflictos que nos afligen.

Las capacidades de los pueblos mediterráneos para superar las dificultades y hacer frente a los desafíos tienen el respaldo de la historia. Como pasadizo han sufrido invasiones, guerras, epidemias, hambrunas, limpiezas étnicas, y demás catástrofes sin por ello perder identidades y capacidades de reconstrucción.

En este sentido cabe una perspectiva de cierto optimismo. Siempre con las condiciones que he apuntado antes: que las elites dominantes, sucursales de la ideología que se predica como inevitable, cedan ante el empuje de los pueblos. A uno y otro lado, de uno a otro extremo. Porque, conviene no olvidarlo, los retrocesos también forman parte de la historia. Si en un lado asistimos al crecimiento del racismo, la xenofobia, el nacionalismo, en otro se une la intolerancia, el fanatismo, que conviven asimismo en todas partes.

Al valor de la igualdad hay que sumar la imprescindible libertad para combatirla, y la solidaridad para hacer frente a los desafíos del siglo XXI.

 

– en estos momentos de tanta incertidumbre, ¿cuáles son los roles tanto de  grandes comunidades como la euromediterránea, de los estados como de gobiernos locales que se presentan como prioritarios?

Reforzar los instrumentos existentes tanto políticos como económicos resulta imprescindible. Cité la UE y la UA, o la creación de la Unión por el Mediterráneo. Implementar los medios por encima de la tentación del encierro sobre sí mismos como el caso de la seguridad de las fronteras, es un objetivo irrenunciable. El retraso ante los temores del nuevo rostro del fascismo en Europa hace que el movimiento social, por ejemplo, norteafricano, tenga sus limitaciones antes de despojarse de las élites corruptas y de las instituciones anacrónicas.

Recuperar las iniciativas en unos casos, reforzarlas en otras, de la sociedad civil, de la que es buen ejemplo la ACM/FACM. Estas iniciativas conducen a plantear la necesidad de una democracia participativa, en la que los derechos de todos, en particular de las mujeres (en el libro hablo de un Mediterráneo en femenino), y del acceso efectivo a la educación y la cultura. Una democracia que tenga en cuenta no solo los derechos y deberes de la democracia, sino que requiera de la participación de ciudadanos y ciudadanas en la formulación de los objetivos, las prioridades, y el destino de los recursos para conseguirlos.

Los estados han de entender que la sociedad es dinámica, que las relaciones económicas, políticas, sociales, como las epidemias hoy o en el pasado, no entienden de fronteras: de las Cruzadas a las colonias la transmisión dependió en buena parte de la velocidad de los medios de transporte: años para le peste, meses para la fiebre amarilla, semanas para el cólera, por citar algunos ejemplos.

La existencia y permanencia de los estados solo puede ser admitida en función de garantizar la permeabilidad de las mismas fronteras, a la vez que asegurar la solidaridad efectiva entre sus habitantes y a quienes acuden a la emigración en razón de las persecuciones o la necesidad.

En la escala local se dan los elementos para el ejercicio de la solidaridad. Se ha visto en el pasado y se comprueba en el presente. Por encima de las “grandes palabras” y los principios de los nacionalismos estatales o no estatales, las ciudades acogen a los nuevos de la misma manera que cuando la bonanza permite la distribución cuando las restricciones se imponen asegura la redistribución sin dejar a nadie en el camino. La cooperación entre ciudades, además del intercambio cultural debiera ser la norma. Desde la transferencia de tecnología o gestión de recursos, al intercambio de estudiantes entre las Universidades de las que son sede.

 

– ¿Qué papel le corresponde jugar en esos cambios a los ciudadanos y ciudadanas del Mediterráneo?  ¿Y a la FACM?

La sociedad civil, y sus organizaciones, como dije, han de ser el activo a movilizar, en algunos casos incluso a constituir para que las instituciones caminen hacia la democracia participativa, ajena a los intereses de unas minorías cada vez más enriquecidas y al margen de las aspiraciones colectivas.

En este sentido la FACM es un instrumento más que ha concretado en su Carta Constitutiva los objetivos, y en su desarrollo la capacidad de movilizar a cientos de personas de más de veinte países mediterráneos en torno a los mismos. Ello en tan solo diez años y con recursos escasos.

El ejemplo de los Círculos ciudadanos constituidos en más de 28 ciudades por la FACM son un buen ejemplo. Sus iniciativas y la puesta en común de las ideas de todos ellos un activo que se pone a disposición no solo de los gobiernos y las instituciones sino de toda la ciudadanía.


Amb la col·laboració de la Conselleria d’Educació, Investigació, Cultura i Esport